Cuando nos preguntamos a nosotros mismos en un intenso monólogo interior qué sentido tenía nuestro programa, caímos en un bucle hipertextual de reminiscencias proustianas y descubrimos que «no tenía ninguno».

Esta afirmación nos llevó a obtener el reconocimiento de la AABYB American Association of Brilliant Young Bastards, de Pasadena (California) además de la concesión de varios millones de dólares a cambio de la investigación de nuestros cerebros en el BMI Brain of Motherfuckers Institute , una asociación secreta sin ánimo de lucro pero con ganas de destruir a la raza humana y… a los perritos esos de ojos llorosos que son tan monos y adorables.

Abrumados por la fama y algo perturbados por los experimentos y vejaciones intelectuales a las que nos vimos expuestos, decidimos abandonar nuestro país natal para ocultarnos en unas alcantarillas cercanas a una central nuclear.

Durante todo ese tiempo nos alimentamos de productos enlatados enriquecidos con Omega 3. Pero una mañana un cortocircuito de la válvula trainower macrowering searcher double feature de la central provocó un escape de nitrógeno líquido hacia las alcantarillas en las que nos hospedábamos. Entonces, los productos de las latas sufrieron serias alteraciones. Como no teníamos otra forma de subsistencia, los consumimos. Entonces, nuestro árbol genético sufrió algunas modificaciones, haciendo de nosotros unos mutantes carentes de toda vergüenza y alejados de las buenas costumbres de los seres humanos «de bien».

El hecho de que uno de nosotros tras la mutación decidiera aparearse con una rata gigante para crear una nueva raza de hombres-rata con una enorme capacidad craneal junto con la idea de hacer algo con nuestra recién estrenada vida mutante nos llevó a salir a la superficie. Y aquí estamos. Conocidos como » Generación en Lata», hemos llegado al mundo hertziano para quedarnos.

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