El pasado viernes se estrenó la película «Díaz, no limpiéis esta sangre»;. Retrata los disturbios y la violencia policial ejercidos en Génova durante la cumbre del G-8 en julio de 2001 contra el movimiento antiglobalización. Hasta 300.000 personas se aposentaron en la ciudad italiana para protestar ante las autoridades de los países más ricos reunidas allí.

Lo sucedido la noche del 21de julio de 2001 fue definido por la prensa internacional como “La suspensión más grave de los derechos democráticos en un país occidental desde la II Guerra Mundial”

Para esta reunión de líderes del G-8 el entonces primer ministro, Silvio Berlusconi desplegó un arsenal de antidisturbios para replegar a los manifestantes. Con motivo de este grave suceso se acaba de estrenar la película «Díaz, no limpiéis esta sangre» del director italiano Daniele Vicari. Premio del Público en Berlín y en la Seminci de Valladolid. Interpretada por Claudio Santamaria, Jennifer Ulrich, Elio Germano y Davide Iacopini.

El director, tras escuchar a una joven alemana gritar “vergüenza, vergüenza” durante el juicio Diaz y que “no volvería a pisar Italia”, sintió tal pesar que quiso realizar esta película para contrarrestar esa imagen del país. Esta activista alemana de 20 años relató en el juicio que llegó al hospital con el cráneo fracturado, contusiones y hematomas en la espalda.

El segundo día de protestas, el 20 de julio, se salda con una muerte. La del joven de 23 años Carlo Giuliani al intentar arrojar un extintor a un carabiniere que no duda en dispararlo. Además el joven fue arrollado por un vehículo de la policía. El carabiniere argumentó que actuó en legítima defensa y fue declarado inocente. Aparte de Carlo Giuliani, una activista francesa fue muerta en la frontera cuando la policía trataba de evitar que ella y otras personas entraran en el país.

El 21 de julio, la policía móvil irrumpe en la escuela Armando Diaz de Génova donde, supuestamente, se esconden los black block (manifestantes que llevan ropa negra para evitar ser identificados y formar una sola masa). Esta escuela había sido concedida al Foro Social de Génova como sede para los medios de comunicación y el alojamiento de los manifestantes. Las fuerzas del orden, además, entraron oficialmente por error en la vecina escuela Pascoli donde dormían 93 acreditados.

Entre las personas que pasaban la noche en la escuela Diaz, había reporteros, activistas y miembros de la organización que fueron sorprendidos mientras estaban durmiendo y recibieron porrazos y traumas sin oponer resistencia. La policía irrumpió en mitad de la noche dejando más de 80 heridos, cerca de 60 personas hospitalizadas y 20 personas con huesos fracturados.

Imagen de la película

El periodista inglés Mark Covell quedó en coma tras sufrir la rotura de 8 costillas, una perforación en el pulmón, pérdida de 10 dientes. Quedó tocado de por vida debido a los golpes recibidos en la columna vertebral. El periodista afirma que se hizo el muerto y aun así, los policías continuaron pegándole según declaraciones a la BBC.

Tras asaltar la escuela, el infierno no había cesado. Los detenidos fueron trasladados a la prisión de Bolzaneto donde recibieron repetidos abusos y torturas por parte de la policía durante tres días. Un joven con una pierna protésica recibió varias palizas al no poder mantenerse más en pie. Algunas mujeres denunciaron violaciones y varias víctimas fueron humilladas por los médicos en la comisaría. Según el testimonio de una madrileña recogido de la web sinDominio.net, las enfermeras de los hospitales lloraban. Cada herido estaba vigilado por un policía y que, al recibir las primeras atenciones, la policía se lo lleva detenido.

Este episodio de violencia ocurrió a comienzos del siglo XXI, en Italia. Han pasado doce años y muchos culpables siguen en la calle. Las víctimas continúan sufriendo las consecuencias y esperando alguna compensación. El periodista Mark Covell sigue teniendo pesadillas.

Por desgracia, esta situación de violencia desmedida no es única en Italia. En España hemos visto a una mujer perder su ojo y ser testigos de la muerte de Iñigo Cabacas tras los daños causados por el impacto de una pelota de goma en la cabeza. Todo esto, dentro de la violencia legal de la que los antidisturbios abusan.

Así, el film de Daniele Vicari cumple una función social. La de protestar ante la gravedad de los hechos y no silenciarlos. Para el director, el cine trata, a fin de cuentas, de contar historias y utilizar cualquier instrumento para darlas a conocer.